La tarde del 18 de octubre, las calles de Florencio Varela se llenaron de emoción y alegría cuando la imagen de la Mater salió en andas desde el Santuario de Nuevo Schoenstatt, en el marco de la Fiesta de la Alianza.
Llevada con respeto y devoción por los chicos del Hogar de Cristo, la Virgen recorrió las calles del barrio, acompañada por la energía y el ritmo de la batucada de La Nazarena. Fue un momento profundamente misionero: María saliendo al encuentro de su pueblo, caminando entre su gente, bendiciendo hogares, mirando a cada uno con ternura.

Una Virgen en salida
El sonido de los tambores y la alegría de los jóvenes se mezclaban con los cantos y los aplausos de los peregrinos que acompañaban la procesión.
Vecinos, familias y niños salieron a la vereda para recibir a la Mater.
En ese caminar, se hizo palpable que la Virgen no se queda en el Santuario, sino que sale al encuentro de sus hijos, especialmente de los más sencillos, los que más necesitan esperanza.
La Nazarena: un espacio que acompaña a las familias
La Nazarena es un Centro de Desarrollo Humano que pertenece a las Hermanas de María de Schoenstatt, y desde hace años trabaja en la zona acompañando a las familias del barrio.
Allí se brindan espacios de contención, talleres, acompañamiento educativo y comunitario, buscando fortalecer los vínculos familiares, promover valores y generar oportunidades de crecimiento integral.
La batucada que participó de la procesión nació dentro de este espacio, como una forma de expresar la alegría, el trabajo en equipo y la vida compartida. Su presencia en la celebración fue un signo de inclusión, esperanza y comunión entre todos.
Para conocer más ingresá a: https://www.lanazarena.org.ar/

Una procesión que habló de amor y de fe
El paso de la Mater por las calles, sostenida por los jóvenes del Hogar de Cristo y acompañada por el ritmo de La Nazarena, fue una imagen viva de lo que significa la Alianza de Amor en salida: una fe que camina, que se encarna en la vida del pueblo y que se celebra con alegría.
Esa tarde, los tambores fueron oración, y cada paso fue una ofrenda.
La Virgen volvió al Santuario, pero su presencia quedó en el corazón de todos, recordando que María sigue caminando junto a sus hijos, especialmente junto a quienes más la necesitan.
