Inicio en el Santuario
Los invitamos a acercarse y tomar una cinta amarilla.
Cada cinta que anudamos en esta estrella es un gesto sencillo, pero profundo: queremos que María, estrella de esperanza, ilumine nuestro camino hacia Jesús. Que cada cinta sea una súplica, un agradecimiento, una esperanza.
Saludo inicial a la Virgen del Adviento
María, Madre del Adviento y Señora del Santuario, hoy las Madres queremos ponernos en camino con vos. Venimos como estamos, con nuestras búsquedas, alegrías y cansancios, y te pedimos que nos conduzcas hacia tu Niño.
Como familia del Santuario, emprendemos este día de la Novena confiando en tu guía.
María, estrella de esperanza, guíanos al Niño.
(Inicia la peregrinación mientras las Hermanas cantan cantos de Adviento.)
Al llegar al lugar asignado
(Las Hermanas cantan el Canto de los Posaderos)

Oración del grupo asignado – “La sonrisa que vence la tristeza”
L1: Madre querida, hoy, en este día de Alianza, queremos detenernos en un gesto muy simple y profundamente cristiano: la sonrisa.
Una sonrisa auténtica —esa que nace del alma— es a veces el primer destello de luz en medio de la tristeza. Es pequeña, pero tiene fuerza de estrella.
L2: El Padre Kentenich nos enseñó que debemos inmunizarnos contra la tristeza, porque nada —ni nuestras luchas, ni fallas, ni limitaciones— tiene derecho a robarnos la alegría que nace de sabernos amadas por Dios.
Él decía que la tristeza tiene un enemigo declarado:
un corazón vinculado profundamente a Dios.
Cuando Dios ocupa el centro, incluso nuestras sombras se transforman. Incluso nuestras miserias dejan de ser peso y se convierten en lugar de encuentro con un Padre que sonríe y nos anima a levantarnos.
L1: Una sonrisa verdadera no es ingenuidad ni negación del dolor.
Es una confesión silenciosa de fe:
«Dios es Padre, Dios es bueno; bueno es todo lo que Él hace».
Es la pequeña puerta que dejamos entreabierta para que entre la luz.
L2: Por eso hoy queremos pedir, como madres, la gracia de esa sonrisa que nace de la certeza de ser amadas,
la sonrisa que no niega la cruz, sino que la ilumina,
la sonrisa que desarma la tristeza propia y la ajena,
la sonrisa que revela la presencia de Dios en lo cotidiano.
L1: Madre, como Madres de familia, sabemos que una sonrisa puede cambiar el clima del hogar, puede desarmar una discusión, puede ser bálsamo para un hijo herido o cansado.
Enséñanos a sonreír como vos:
con sencillez,
con fortaleza,
con alegría que nace de la Alianza.
L2: María, tú que llevaste la alegría en tu mirada incluso cuando el camino era oscuro,
enseñanos tu sonrisa.
Hacenos mujeres que contagien esperanza,
que elijan la alegría,
que no se dejen vencer por la tristeza,
y que caminen siempre sabiendo que Dios sostiene cada paso.

Cuento: La Pastora de la Sonrisa
Cuentan que, en los días previos al nacimiento de Jesús, había en Belén una joven pastora que no se parecía a las demás.
No tenía grandes riquezas ni un rebaño numeroso, pero tenía algo que todos recordaban: sonreía incluso cuando el camino se hacía difícil.
Ese invierno había sido especialmente duro. Varias de sus ovejas estaban débiles, y ella misma atravesaba días de cansancio y dolor. Las otras pastoras la miraban preocupadas, pensando que esa sonrisa, tarde o temprano, iba a apagarse.
Pero no.
La joven seguía adelante, con una serenidad que nadie sabía explicar.
Una tarde, mientras cuidaba su rebaño cerca del camino, vio a María y a José pasar en silencio, buscando un albergue. La pastora no tenía nada para ofrecerles, pero les regaló lo único que tenía: su sonrisa llena de bondad.
María la miró con ternura, como reconociendo en ella a alguien que también sabía caminar en la oscuridad con el corazón puesto en Dios.
Esa noche, la pastora volvió al campo. Se sentía débil, pero en su interior algo la sostenía:
la certeza de que la alegría verdadera nace del amor recibido y del amor dado, aún en medio del dolor.
Pocos días después, mientras una tormenta sacudía la colina, la pastora cerró los ojos y descansó en Dios. Los de su pueblo lloraron su partida, pero todos coincidían en lo mismo:
que su corta vida había dejado una luz que no se apagaría.
Cuando los pastores fueron al pesebre a adorar al Niño recién nacido, llevaron también el recuerdo de ella. Y María, al verlos llegar, dijo en voz baja:
“Hay sonrisas que no mueren; son las que nacen en el corazón de Dios.”
Desde entonces, cada vez que una dificultad oscurece el camino, los pastores de Belén recuerdan a la joven pastora que enseñó, sin palabras, que se puede atravesar la noche con una sonrisa, porque siempre hay una estrella —la estrella de la esperanza— que guía hasta Jesús.
Canto de Adviento (Hermanas)
Oraciones de los fieles
Respuesta cantada: “María, estrella de esperanza, guíanos al Niño.”
- Por todas las familias que buscan luz en tiempos de dolor, para que encuentren consuelo en el corazón de Dios Padre.
R: María, estrella de esperanza, guíanos al Niño. - Por quienes viven momentos de tristeza, para que puedan descubrir la presencia amorosa de Dios incluso en sus sombras.
R: María, estrella de esperanza, guíanos al Niño. - Por nosotras, las madres, para que nuestra sonrisa sea signo de una fe viva y de una alegría profunda que brota de sabernos amadas.
R: María, estrella de esperanza, guíanos al Niño. - Por nuestro Santuario, para que siga siendo casa de paz, de luz y de encuentro con la ternura de Dios.
R: María, estrella de esperanza, guíanos al Niño. - Por todos los que peregrinan en estos días, para que esta Novena abra sus corazones para recibir a Jesús en la Nochebuena.
R: María, estrella de esperanza, guíanos al Niño.
Canto final
Invitación a la Misa de Nochebuena
Los invitamos a celebrar juntos el nacimiento del Señor en la Misa de Nochebuena, el 24 de diciembre a las 19 h en la Iglesia de Dios Padre en Nuevo Schoenstatt.
Que esta Novena prepare nuestro corazón para esa gran fiesta del amor de Dios.